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Desde la alcazaba subterránea
observo la lúz hecha jirones a través de la fisura mental; pues se trata de un espectro de colores prodigiosos,
de colores inestables como si reaccionaran y formaran una gama de estos
, pero únicos, irrepetibles tales como las cosas que se observan una véz.
Cada repetición de luces.
prodigiosas me hacen caer
en una hipnósis sicodélica,
me adentro entre los parajes
como una flama primitiva;
me transporto a través de portales de ascuas multicolores,
escuchando melodías polifónicas y exhelsas como infrafrecuencias,
posibles de escuchar y comprender su codificación del mensaje
avasallador de la verdad de la realidad misma,
obscura, tediosa, monótona, desoladora
pero, inexorablemente la verdadera.
entre mi embrujo caigo dentro de una plataforma
por suerte de realidad virtual
en donde observo la disección de los pixeles
y el rebote lúdico del destello voráz insoslayable de la hermandad;
esquirlas de rabia lasceran mi piel,
que se agazapa ya magullada y maquillada por el antifáz de la anomia.
El brillo de la vida se alza
sobre vuestras cabezas que posadas sobre un túmulo
un brillo sin pasado, frenético y vuestras vidas,
encolerizadas esperan su hora, anacronicoçass , desfasadas, mal encontradas,
entre zumaque y herrumbre el mausoleo yace reflejado en el firmamento;
Más solo queda la compañia autarquica del otro, yo.
él ya fenecido acaece y la tarde me acompaña hoy