viernes, 21 de noviembre de 2008

viaje horádrico





Tras un largo viaje, he olvidado el sabor de los alimentos, el aroma de la naturaleza, el color de las flores, observo que se destiñen, a mis ojos se marchitan, por el oriente una nube de avecina, el canto de los pájaros no lo escucho de hace días, despierto más tarde. Mi viaje terminó, aún así me siento un viajero, un ajeno, un desconocido en lo antes conocido, creí en las patrañas y en los ojos cristalinos del agua, subo un monte para tratar de mirar al horizonte y observar desde lo alto y con el alba en mis hombros, no todo está perdido.

Tragaoscuridad


¿QUÉ HACER?

CUANDO SABEMOS QUE NUESTRO LETARGO HA LLEGADO;
EL FIN DE LA HISTORIA

¿TIEMPO?
¿ESPACIO?
.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Desván de la existencia

Que desconsuelo es saber que viviremos una cantidad determinada de primaveras, que estás últimas no sean vividas, si no sobrevividas, llevando el yugo en nuestra frente, esas marcas que le intervienen al entorno, nuestros entornos son perpetuos, como el mural de los gritos, una muerte abismal.

Cuando nos damos cuenta que teníamos la razón ya no somos jóvenes ni tenemos la razón, la mente cambia, los patrones se mantienen, es entonces que somos partícipes de nuestro anacronismo, lo sabemos pero, disimulamos ante un tumulto consagrado denominado sociedad, somos los fieles retratos de nuestro antagonista predilecto,

Exánimes de tanto vivir o resistir, ese cansancio ya no es un estado, es nuestra antítesis de vida enarbolada entre los recuerdos de exilio y la identidad sin rostro, hemos sido parte de nuestra destrucción, aún así no queremos destruirnos, creíamos en el altruismo y la moral. La sed de vida y el miedo a la muerte nos hacen abandonar lo que parecía inalterable bajo cualquier parámetro de metamorfosis, incluso lo que yace en esos mausoleos grabados en marfil, ese nombre el cual caracterizábamos en un ayer, ya no es si no parte de un pasado incierto, que se transforma en un luto perceptible en nuestra palidez etérea y en nuestra amargura endógena, no somos viejos, sino dilapidados, viejos fusibles reemplazables y convencionales de un sistema y una normalidad impuesta sujeta a la evolución del pensamiento, ya no somos, éramos.

Estaba allí








Entre la oscuridad,la lóbrega habitación de mi yermo lóbulo caótico, arácnidos y ratas etéreas que precedían a los vitores,
en la soledad de la autarquia indeleble y del viento gutural que grita en las entrañas un vacio abismal, más allá de la muerte.